Un día «amarillo» con Albert Espinosa
ABC recorre la Feria del Libro con el escritor número uno en ventas en Sant Jordi y un ejemplo en superar tres cánceres
Albert Espinosa pide un bocata de jamón y una coca-cola light. Desmiga el pan como la magdalena de Proust. Y mastica su vida en 65 minutos. El tiempo —11,20 de la mañana— es amarillo en la Feria del Libro. Albert ha superado tres cánceres y es feliz. Ha perdido el miedo a la muerte, a la que ha derrotado, siempre desde la ternura, y es feliz. Pierna, pulmón e hídago. «Me cortaron una pierna, perdí un pulmón y un cuarto de hídago». Y es feliz. Se acerca un «amarillo», le abraza y le felicita. Los «amarillos» son amigos, amores, lectores que te dan una caricia, un abrazo, un te quiero. Albert convoca a los «amarillos» allá donde va. Recuerda que en Sant Jordi, donde fue el autor que más libros vendió en catalán y castellano, un niño «amarillo» le regaló uno de sus pinochos y su epito rillo. Él, que colecciona pinochos, se maravilló. Pasan unos minutos de la hora del Ángelus. Reclaman a Albert para el maratón de firmas. Caseta 215. Una mesnada de seguidores forma una cola interminable, y así todo el día. En Barcelona cautivó a un público de entre 12 y 19 años; en Madrid ha conquistado a los que superan la cuarentena. Todos, «amarillos»: le quieren, le besan, le acarician. Albert es ingeniero de la ternura. Lo fue en el hospital donde ingresó con 15 años, y tuvo que vivir la vida de los chicos que morían. La felicidad era su motor. El de «los pelones». En la cuarta planta luchó y perdió el miedo a morir. «Yo tenía la sensación de que cuando un niño moría, distraía el cáncer para que pensáramos dos o tres. Los que mueren son igual de supervivientes que nosotros». Tenía ganas de hacer una película que hablara de la verdad, y nació «Cuarta planta», tras su éxito en el teatro, gracias al apoyo de su maestro «amarillo»: Antonio Mercero, que creyó en él cuando la cinta era carne de DVD. Albert narró la muerte como vida. «Al final, las pérdidas se acaban convirtiendo en ganancias. Yo no perdí una pierna, gané un muñón», es su lema. Y su grito de guerra: «No somos cojos,¡ ¡somos cojonudos!».
Los lectores acuden con sus tres libros —«El mundo amarillo», «Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo» y «Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven», en Grijalbo. Y él les cuenta que es feliz: «Aprendí con el cáncer a quitarme el miedo a la muerte, esa es la mejor herencia». Les da un bálsamo de esperanza: «Me dieron un 1,5 % por ciento de posibilidades de vivir, les dijeron a mis padres que me llevaran a Menorca a pasar el último mes, no me rendí y todos los años voy a Menorca y digo: “Aquí estoy”».